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La muerte de Lía Crucet, la emblemática reina de la bailanta, dejó un profundo vacío en la música tropical argentina. Su fallecimiento, tras una larga lucha contra la enfermedad, conmovió a sus fanáticos y colegas. Karina Crucet, su hija, compartió con el público el dolor de la pérdida y la fortaleza de la familia.
El velatorio, realizado en Mar del Plata, fue un emotivo encuentro entre la artista y sus incondicionales. Karina, visiblemente afectada, agradeció el cariño recibido y describió la profunda tristeza de despedir a su madre. Recordó momentos de su infancia en Chile, revelando una promesa infantil de inmortalidad que el tiempo, inevitablemente, quebró.
La hija de Lía compartió anécdotas conmovedoras, detallando los desafíos de los últimos años de vida de su madre, marcados por la demencia frontotemporal y la esquizofrenia. A pesar de las dificultades, Karina resaltó el amor incondicional que siempre existió en la familia. La decisión de trasladar a Lía a un geriátrico fue una medida necesaria, aunque dolorosa, para asegurar su cuidado.
Tony Salatino, esposo y mánager de Lía, también estuvo presente en la despedida, compartiendo el dolor con familiares y amigos. La escena contrastaba la alegría que Lía Crucet irradiaba en sus actuaciones con la tristeza del momento.
El velatorio fue una muestra del gran cariño que la gente sentía por la artista, un reflejo del amor recíproco que siempre caracterizó a Lía. Karina destacó el amor del público por su madre, diciendo que ella “era de la gente”.
La despedida a Lía Crucet fue un momento de luto, pero también de celebración de una vida dedicada a la música y a su público. Su legado musical y su carisma perdurarán en la memoria de quienes la conocieron y amaron.